Una amiga me ha comprado
un ejemplar de la primera edición “revolucionaria” de 1984, publicada recientemente en Cuba. Al parecer, tras las
revelaciones de Edward Snowden, se ha comprendido que esa novelada y sombría
acusación anti-totalitaria trasciende el uso anticomunista que se hizo de ella
desde los tiempos en que su autor, George Orwell, después de participar en la
guerra civil española del lado republicano, había devenido “socialista
democrático”, como casi todos aquellos intelectuales que se nuclearon alrededor
de la revista Encounter –ese “fino”
proyecto de la CIA que supo aunar en sus publicaciones desde intelectuales de
izquierda o existencialistas hasta católicos, siempre y cuando se opusiesen
claramente al “totalitarismo soviético”, como Jaspers, Adorno, Melvin Lasky.
¿Quién iba a saber que el mismo Orwell, el combatiente de Cataluña, terminaría siendo un informante del Gran Hermano británico? ¿Quién iba a saber que entregaría una larga lista de intelectuales procomunistas entre los que estaba el nombre de Charles Chaplin? ¿Qué iba a saber yo, a los catorce años y dueño celoso de uno de los escasos ejemplares de 1984 que circulaban en mi ciudad?
Al fin y al cabo fue una
buena lectura, como lo fue ese inolvidable texto titulado La Hora 25, de Constantin Virgil Gheorghiu , prologado por Gabriel Marcel. Me enteré después de
que se había descubierto que Gheorghiu había pertenecido a la Legión de San
Miguel Arcángel (o Guardia de Hierro) de Corneliu Zelea Codreanu , que además de antiliberal y
anticomunista era también antijudía o anti-sionista, y que, por eso, Marcel
retiró su prólogo de futuras ediciones. Recuerdo ese prólogo de Marcel en que
citaba benévolamente los Manuscritos
Económicos y Filosóficos de 1844 de Marx y elogiaba el concepto de
“enajenación”, primera invitación no oficial que acepté de leer y tomar en
serio al autor de El Capital, a pesar
de mi anticomunismo de entonces. Esa misma invitación me la reiteró años
después un sacerdote católico, cuando yo, recién bautizado, me reuní con él en
El Cobre. Recuerdo que me insistió en el artículo que Lenin había escrito para
la Enciclopedia Británica, y que me prestó también El Pensamiento de Marx de Jean Yves Calves, ¡que buen libro! ¿Dónde
andará ese sacerdote? Había un Obispo que vivía alarmado con el izquierdismo de
ese cura. Me han dicho que después de visitar varias veces Miami, una señora
muy manipuladora, a sabiendas de la debilidad del cura por los dulces, lo llevó
a una dulcería y que, tras una comelata de brazos gitanos y confituras
francesas, el hombre terminó cantando Happy
Birthday con Carlos Alberto Montaner, y ni
esta boca es mía de Teología de la Liberación… Bueno, por lo que veo, estoy
embarca’o, porque al parecer soy el único ñangara católico que queda…
¡Cuántos rollos se busca
uno por los libros y el cabrón asunto ese de “la verdad”! ¿No habría sido mejor aprender a bailar?
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